viernes, 10 de junio de 2011

91

Con sus manos me seca el llanto y acaricia el rostro. Sus dedos acompañan el recorrido de mis lágrimas: nacen en los ojos y descienden hacia las mejillas, para morir en mis labios. Alan acerca su boca a la mía e, inmóvil, me observa. “Quizás nos estemos confundiendo”, advierto. “Confundámosnos”, remata. Y confundidos nos fundimos en un beso infinito.

domingo, 5 de junio de 2011

90

La lluvia se torna cada vez más intensa, borrando la capilla y la ciudad toda. El diluvio se ha llevado al mundo y sólo quedamos Alan y yo. Lo observo en silencio, sonriendo y llorando a la vez. Admiro su fortaleza, su madurez, su paciencia. Él me mira enamorado, sabiendo que ha desnudado su alma y que ya no hay retorno. Una apuesta a todo o nada: más amor o más dolor.

89

¿Y qué hiciste?, pregunto. “Pensé en matarme, pero no me atreví. Así que regresé a Buenos Aires y empecé a trabajar. Y, durante muchos años, sólo trabajé. Cada noche, cuando llegaba a casa, miraba fotos y lloraba. Y, a la mañana siguiente, volvía a trabajar. Hasta que un día, se cruzó una mujer dulce, misteriosa e insegura en mi camino. Y yo, que creía que ya no creía en nada, volví a creer en el amor, en la vida, en el futuro y en Dios. Y, entonces, dejé de llorar y empecé a comer calabresas”.

viernes, 3 de junio de 2011

88

“¿Sabés por qué volví de Roma?”, me pregunta Alan, tuteándome por primera vez. “Yo allá tenía una vida, una esposa a la que adoraba y 2 hijos maravillosos. Un día lluvioso, como este, salimos a dar un paseo con el coche y chocamos. Yo manejaba, ellos murieron. Estuve 3 meses en coma y, cuando desperté, no había nadie. Estaba solo, Ana”. El recuerdo de su dolor basta para empequeñecer al mío. A la luz de su historia, la mía luce diminuta, hasta el punto de extinguirse.

87

Entre lágrimas y gotas de lluvia, retorno a una realidad empañada, que luce cada vez más borrosa. Alan merece una explicación, así que relato la historia completa. Le cuento todo, inclusive la verdad. “…Y así pasó. De nuevo me equivoqué, de nuevo estoy sola”. “Todos estamos solos, Ana. Al fin y al cabo, la soledad es nuestra única compañera”. Alan posee la sabiduría de aquellos que sufrieron mucho, la madurez de los que alguna vez estuvieron muertos y supieron resucitar.

jueves, 2 de junio de 2011

86

El auto avanza unos metros hasta estacionarse sobre Defensa, justo frente a una capilla. Un anciano, sumergido en arrugas y remordimientos, se persigna en la entrada. Carga el peso de los años, la angustia de aquello que, pudiendo haber sido, no fue y ya nunca será. Su historia me aleja de la mía, en un viaje hacia el pasado ajeno que me permite huir del presente propio. Alan respeta mi ausencia y comprende mi silencio. El anciano eleva su mirada y, es entonces, cuando el cielo se larga a llover.

85

Desde el pavimento, abro los ojos y veo el auto frenado al lado y el rostro de Alan encima mío. “¿Está bien? ¿Ana, me oye? ¿Está bien?”, repite Alan una y mil veces. Me toma entre sus brazos y me mete en el auto. En el mismo automóvil que, minutos atrás, estuvo a punto de atropellarme. “¿Ana, está bien? ¿Qué pasa, Ana?”, pregunta Alan. “Gracias, gracias por estar conmigo. Gracias por ayudarme siempre. Gracias, gracias por no pisarme”, musito. Alan me abraza en silencio y, sin querer, me pisa el pie.

martes, 31 de mayo de 2011

84

“¡Agradecé que tengo altura! Aunque, en realidad, no lo hago ni por vos ni por la otra turra, sino por los 3 pibes que no tienen la culpa. Yo ahora me voy, pero sabé que sos un miserable, un mentiroso, un engreído y un impotente”, grito y huyo. Salgo corriendo, cruzo la avenida Belgrano con el semáforo en verde y siento un auto refrenar encima mío. Oigo el estruendo de un bocinazo, la ciudad se nubla de pronto… y me desvanezco.

83

“¡Sos una basura! Te borraste, me dejaste sola y, durante todos estos meses, te estuviste riendo de mí con la otra tarada. Esa tarada que, de tarada no tiene un pelo, y que ya te encajó una alianza y 3 pibes”, grito. “Ana, vos y yo nunca fuimos nada y yo no te prometí nada nunca. No te disfraces de novia dolida porque el vestido te queda extra large, y no hagas quilombo porque te va a costar caro”, exclama.

lunes, 30 de mayo de 2011

82

Intenso es el odio que siento ahora, desgarradora la angustia, asfixiante la traición. Sólo la venganza podría aplacar semejante malestar, pero tengo demasiada dignidad como para arruinarles la velada. “Mauro Salvador, quisiera hablarle en privado, si no es molestia”, digo en un tono tranquilo que sabe a amenaza. Brad pide permiso, toma mi brazo y salimos del bar.

81

“Quiero presentarles al hombre de mi vida, a mi futuro esposo y al padre de mis hijos, a mi querido Salvador”. Y ni bien Susana termina de pronunciar su nombre, Brad entra al bar y le encaja un beso. STOP. REW. ¡¡¡OOOOOIRAP SOL EUQ ERDAM ATUP AL!!! La imagen se congela, los CHANES resuenan cada vez con mayor intensidad y yo observo la escena desde afuera, en cámara lenta. Los veo reírse, felices, juntos, llenos de amigos, casamientos, hijos… y los odio intensamente.

viernes, 27 de mayo de 2011

80

¡CHAN-CHAN! “Muchas saben, algunas no. Me voy de Collins Group. Estoy comprometida. Me voy a casar. Estoy embarazada. Son trillizos”, dice Susana. ¡CHAN-CHAN-CHAN! Entre aplausos, gritos y abrazos, yo sigo oyendo CHANES. No puedo creer que, finalmente, le haya sucedido. ¡A ella! ¡Y a alguien con ella! ¡O contra ella! Pero cuando uno cree que lo peor ya pasó, lo peor de lo peor está por pasar. Y no es novedad aquello de que la realidad siempre supera a la imaginación.

79

Y acá va a acontecer un hecho que tiene precisamente a Susana como protagonista. Algo inédito, el clímax de la historia, lo que nunca hubiese esperado, lo inimaginable. Es martes, martes 13 para ser exacta. Mediodía, 12:00 en punto. Susana nos invita a todas a almorzar y, por todas, entiéndase a mí también. Los soldados abandonamos el frente, descolgamos teléfonos y nos asentamos en La Trinchera (un barcito que queda a la vuelta de la oficina). “Las invité para darles una noticia”, enuncia Susana de pie.

jueves, 26 de mayo de 2011

78

Pasan las horas, los días y nada… Brad no da señales. Mientras se estrecha el vínculo entre su contestador automático y yo, él sigue sin aparecer. Lo extraño, tengo ganas de verlo, de sentirlo. Pero Brad está desaparecido. De la rabia a la angustia, de la ilusión a la preocupación, del amor al odio… Un zigzagueante recorrido por la ruta de las sensaciones femeninas. Y, hablando de mujeres y estados, a la que se la ve cada día más contenta es a Susana.

77

Vislumbrando la proximidad del jaque mate, me esfuerzo por edulcorar mi discurso previo. “En realidad, estoy bien. Quizás anduve algo dispersa, pero me voy a concentrar más desde ahora”, me excuso. “Cabecita de novia, no descuide su trabajo. Recuerde que hay muchos ojos mirándola ahora que va a iniciarse la operación en Chile”, aconseja Alan, guiño mediante. Sospecho que sospecha, que intuye que entre Brad y yo pasa algo, que el reto no fue casual ni inocente. Y con cara de nada, me retiro de la oficina.

miércoles, 25 de mayo de 2011

76

Estoy acorralada: literalmente, contra las estadísticas y la pared; imposible zafar de la irrefutabilidad de los números y los marcadores flúos. “Tengo problemas”, respondo. Alerta: el reconocimiento del problema me va a convertir automáticamente en el foco conflictivo de la empresa, en el chivo expiatorio de todos los dilemas ajenos, en el elemento a rechazar o, lo que es peor, a ayudar por lástima. “Cuénteme, a ver si la puedo ayudar”, dice Alan. GAME OVER.

75

En la oficina me reciben una pila de papeles, con números resaltados en amarillo fluorescente y subrayados en rojo, y el ceño fruncido de Alan. “Estamos preocupados. Viendo las estadísticas, notamos que su productividad ha descendido en un 43% durante el último trimestre, con tendencia en baja. Su calidad de atención ha sufrido un deterioro cualitativo y, cuantitativamente, la duración de cada llamada ha aumentado, en promedio, 1.2 minutos”, reporta. “¿Qué le pasa, Ana?”.

martes, 24 de mayo de 2011

74

Me pone de malhumor el malhumor de Alan. ¡¿Qué tal si se consigue una novia o, al menos, una jovencita que lo atienda cada tanto?! No estaría de más que deposite tanta energía en otro lado. Al fin y al cabo, yo no tengo por qué tolerar sus grititos ni presenciar sus dákares oficinescos cada mañana. Va, viene, entra, sale, hace, deshace, corre, recorre, grita y… “¡Ana, venga a mi oficina ya!”, grita.    

73

El lunes arribo a la oficina, ansiando el reencuentro con Alan. Lo observo correr de un lado para el otro, agitando papeles y repartiendo órdenes. Pareciese no verme, como si se hubiese olvidado de mí y de la calabresa. “Ana, ¿qué mira? Póngase a trabajar que estamos rebalsados de llamados”, ordena. Inmediatamente, me ubico en mi box y, antes de colocarme los auriculares, lo miro una vez más. El hechizo ha desaparecido y Alan se ha transformado en el petiso pelado y malhumorado de siempre.

lunes, 23 de mayo de 2011

72

El domingo a la noche vibra mi celular, anunciando que hay un mensaje no leído en el buzón de entrada: “Hola! Tas sola? Voy a tu casa? Brad J”. Casi por inercia, respondo que sí y una hora más tarde lo tengo a Brad tocando el portero eléctrico. Raro que venga un domingo; quizás haya presentido que lo estaba empezando a olvidar. Entra, nos acostamos, se levanta y se va. Nada mejor que un delivery para un domingo a la noche.

71

Reconozco que estoy pensando más en Alan que en Brad, lo cual me perturba un poco. No puede gustarme Alan ni disgustarme Brad. Es insensato, ilógico, imposible. Cualquier mujer moriría por perderse en los brazos de Brad y huir de las garras de Alan. Suena el teléfono, atiendo y es Caro, saludando desde Bruselas. “Amiga, no sé qué me pasa. Creo que estoy confundida”, le digo de inmediato. “Bienvenida al misterio del amor, Ana… un planeta irracional y maravillosamente absurdo”, declara.

domingo, 22 de mayo de 2011

70

El fin de semana me encontró colmada de preguntas. ¿Existe el hombre ideal? ¿El amor verdadero es el que se siente a primera vista o el que se construye con el correr del tiempo? ¿Es Brad? ¿Es Alan? ¿Es otro que todavía no conozco? ¿O soy yo? ¿Nací para estar sola? ¿Pesa más la atracción física que la intelectual? ¿El feo es mejor amante? ¿El lindo no sirve para proyectar nada en serio? ¿El apuesto es, necesariamente, tonto? ¿Son ellos o soy yo? ¿O será que el hombre de mis sueños es el que todavía no conozco?    

69

Hablamos, reímos y comimos hasta saciarnos. Esa noche descubrí que Alan tenía una vida más allá del trabajo: que había vivido en Roma, que tenía 2 perros, que leía a Hesse, jugaba al golf, tocaba el saxo y coleccionaba estampillas. Por momentos, cuando la luz se tornaba más tenue, hasta lo vi lindo. El tiempo pasó volando y de la calebresa no quedó más que el recuerdo de una aceituna. A las 4:00, Alan me dejó en casa. Esperó a que entrase y, cuando la puerta del hall se cerró, desapareció.

viernes, 20 de mayo de 2011

68

Alan es seguro, machista y dominante por momentos, pero intrínsecamente masculino. No duda nunca, parece no sentir miedo, y una, a su lado, se siente protegida siempre. Hubiese jurado que esa noche nada malo podría sucederme. Sabía que, estando junto a él, nadie me lastimaría, no me podían herir, no iba a morirme. Sólo de niña, cuando creía ver fantasmas deambulando en la obscuridad de la noche y papá venía a consolarme, había experimentado contención semejante.  

67

A las 20:00 arribamos a un bodegón perdido de San Telmo. Nos recibe el dueño, un italiano de melena blanca y panza prominente, que nos invita a sentarnos y nos recomienda la especialidad de la casa: pizza calabresa. “Una grande y una botella del mejor Cabernet”, ordena Alan. “Mire que yo con 2 porciones estoy hecha, va a sobrar”, prevengo. “Una grande y, de entrada, 2 empanadas de carne cortada a cuchillo. Gracias”, agrega.

jueves, 19 de mayo de 2011

66

Salgo apresurada, conservando una prudente distancia entre Alan y yo, para evitar que los guardias sospechen que nos vamos juntos. Subo a su auto, lo miro y me pregunto qué estoy haciendo ahí, con él, en ese momento. Pienso en una calabresa a la piedra, crocante y calentita, y encuentro la respuesta que estaba buscando. “¿Y usted no tenía planes para un viernes a la noche?”, pregunto. “Sí, comer la pizza más exquisita junto a una mujer linda e inteligente. Por fuera de eso, no, no tenía otros planes”, responde.

65

“Es tarde, Ana. ¿Qué hace en la oficina todavía?”, pregunta Alan, a las 19:30 de un viernes. “Se me pasó la hora, pero ya me iba”, respondo. “¿Tiene planes para esta noche?”, retruca. “Voy a mi casa, a descansar y ver qué puedo inventar para cenar”, contesto. “No invente nada; yo la invito a probar la mejor pizza del mundo. Si no me cree, venga conmigo. La mejor calabresa del mundo, a 5 minutos de usted. ¡Vamos!”. Y vamos…

miércoles, 18 de mayo de 2011

64

Pero Brad no es perfecto. Su pasado es un misterio, un baúl cerrado con llave y envuelto con cadenas, cuyo acceso tengo vedado. No sé nada de su familia, de sus sueños, de sus fracasos… de él. Tan solo comparte nimiedades diarias y anécdotas ajenas. En la cama, es un metrosexual narcisista y egoísta, que apenas nota que estoy al lado. ¿Por qué sigo con él? Porque no quiero estar sola, porque es apuesto y, por sobre todo, porque es.

63

Poco a poco, mi relación con Brad fue tomando forma y adoptando ritos propios. En silencio, acordamos ignorarnos en el trabajo, cenar y acostarnos martes y jueves. Sus fines de semana suelen estar sobrecargados de compromisos sociales y excusas infantiles, y yo prefiero no insistir. Pasaron 2 meses desde el primer encuentro, desde aquella mañana en la que nos cruzamos en el colectivo, desde el instante en el que lo creí perfecto.

martes, 17 de mayo de 2011

62

“¡Parece un galán de televisión! ¡Es un bombón!”, balbucean el miércoles mis compañeras de oficina. Brad se ha convertido en el latin lover de Collins Group. Las chicas mueren por él y hasta se maquillan cuando saben que visitará la oficina. Es el único hombre apuesto, soltero y heterosexual que ronda estos pagos. A Alan no parece perturbarlo: están peleando en frentes distintos, batallando con otras armas. Brad quiere que lo quieran; Alan, que lo respeten. Brad trabaja de Brad; Alan, sólo trabaja.

61

Brad acaba, yo no, se viste y se va. Pero antes de irse, pregunta: “¿cómo estuve?”. Error fatal: ni cómo estás ni cómo estuvo; sigue hablando de sí mismo. “Estuviste perfecto”, miento cordialmente. Sonríe y casi puedo adivinar un brillito sobre su colmillo. “Lo sabía, hermosa. Disfrutalo y soñá conmigo”, se despide. Me quedo sola, hiervo agua, preparo un chocolate caliente, abrazo el pote de dulce leche y enciendo la televisión.    

lunes, 16 de mayo de 2011

60

El martes a la tarde Brad llama para invitarme a cenar. Nos encontramos en un restaurante japonés de Palermo Hollywood. Bebemos, comemos y hablamos de la vida y de la nada durante hora y media. 10 minutos hablamos de mí; los restantes 90, de lo maravilloso que es él. La noche cierra en mi casa y entre mis sábanas. Normal, nada tan formidable como lo alardeado durante la comida, aprobado con 6. Pero más que suficiente para quebrantar mi abstinencia y remolcar mi arrastrada autoestima.

59

Dubai, Nueva York, Tokio, Zurich, Berlín, Santorini, Rabat, Pekín, París, Río, Bangkok, Dehli… ¡Quiero ser Caro! El día que me dijo que iba a ser tripulante, pensé que estaba loca, que se pasaría la vida sirviendo café y preguntando ¿pollo o carne?. Pero Caro estaba tramitando su pasaporte hacia la libertad; había pedido alas prestadas y estaba dispuesta a flamear por la vida, a colmarse de historias, a volar hacia todas partes para no arraigarse a ninguna. ¡Quiero ser Caro! Pero ya es tarde.   

sábado, 14 de mayo de 2011

58

“Ana, estás diferente, radiante. Contáme ya cómo se llama”, dice Caro antes de hola. Le cuento la historia de Brad, de principio a fin, a la espera de su consejo -si hay alguien autorizado para hablar de hombres, es Carolina-. “Calentate, pero no dejes de pensar en frío. Es un lindo chanta, así que disfrutá de lo lindo y cuidate de lo chanta. Y nunca, nunca te enamores de él”, concluye. Pero yo quiero creer en el amor, aunque duela. Caro se retira porque a la noche vuela hacia Dubai, mientras yo aterrizo en mi box.

57

“Disfrutalo mientras dure”, retruca Susana y se marcha. La mañana transcurre raudamente y al mediodía Caro me pasa a buscar para ir a almorzar. Carolina es mi mejor amiga. Nos conocimos en el colegio primario e intercambiamos trasnoches y complejos durante la adolescencia. Nos vemos poco porque ella nunca tiene tiempo. Caro es azafata y vive volando. Entre Boeings y amores fugaces, zigzaguea entre nubes. Y cuando baja a tierra, me llama para comer juntas.

viernes, 13 de mayo de 2011

56

La oficina del día siguiente suena a mal chiste, a residuo de la otra Ana, a sombra de una vida gris, fría y sola que ya no me pertenece. Una jaqueca recurrente me recuerda que no lo soñé, que pasó de veras. Susana muere por preguntar y yo no puedo privarme del placer de contarle. “Susana, hay hombres. Conocí a uno que me vuelve loca, me estremece. En la cama, me da vuelta. Siento los nervios de la primera vez cada vez que me toca. Es ardiente, salvaje, intenso. Hay hombres, Susana”, sentencio.   

55

“Ana, pará. Si no estás acostumbrada, te va a hacer mal tomar tanto”, me previene. “Olvidate y dame un beso. Pero un beso fuerte, como si fueses Brad, Brad Pitt”, señalo y me echo a reír. Con ambas manos toma mi cuello, clava su mirada en mis pupilas vidriosas y acerca sus labios hacia los míos. Sabe a vino, pero es más caliente y más suave. Cierro los ojos, lloro y lo siento. Dejo que su lengua envuelva la mía, me olvido del mundo, de mí, de él, de todos, de todo… y sólo lo siento.

miércoles, 11 de mayo de 2011

54

“No pienses, Ana”, me exijo. Brad me entrega las flores y me roba una sonrisa. Y ambos emprendemos camino hacia ninguna parte, listos para adentrarnos en el laberíntico mundo del amor, bañado de instantes con olor a seda y sabor a blues. Arribamos a un bar escondido, sobre la calle Florida. Pedimos vino, del caro. Me esfuerzo por ingerir mucho, por olvidarme de quién soy y no pensar. Bebo hasta emborracharme, intentando que una alegría inventada haga que se enamore de mí.

53

18:30 pm: la hora D (bis). Ya no lo espero con la ilusión de la primera vez. Antes confiaba en él, ahora no le creo. Sólo dejo que me mienta y elijo creerle. Quiero quererlo, aunque no lo merezca. No busco amarlo, sino que me ame. Y es ahí, en ese acto de egoísmo original, donde comienza el principio del fin. La raíz podrida que nos conducirá, indefectiblemente, al fracaso. Pero él no lo sabe y menos le importa. Ahí llega… con un ramo de jazmines y una sonrisa a cuestas.

martes, 10 de mayo de 2011

52

Tras una jornada de trabajo simulado, vuelvo a casa y vuelvo a llorar. Y, también, vuelvo a llamarlo. “¿Ana? ¡Justo te iba a llamar!”, se excusa Brad. “¿Por qué me dejaste plantada?”, pregunto entre lágrimas. “Despelotes de laburo. No te ofendas, linda. Paso mañana, a la misma hora. ¿Ok?”, dice. Ok, digo. Y, entre dimes y diretes, cierro los ojos, abrazo la almohada y sueño con aquello que no fue.

51

Me recuesto llorando y amanezco con los ojos hinchados. Voy a la oficina, en la que nadie me habla, aguardando una excusa que jamás llegará. Y, así, esperando imposibles, dejo correr los días. Tengo un trabajo que no me importa, un amor no correspondido y un aburrimiento crónico. A veces, pienso que estoy sentada en el preámbulo de mi vida, aguardando que empiece la vida de verdad.  Pero no arranca nunca, ni siquiera cuando una llamita se enciende y creo que puede ser.

lunes, 9 de mayo de 2011

50

Siento ahora la parte fea de la soledad, la de la angustia, la que duele. Entiendo que no le intereso y que no tiene sentido interesarme en su desinterés. Pero entender, lastima. Comprendo que estoy llorando el abandono de quien nunca estuvo, pero aun así, no puedo evitar añorarlo. Extraño a Brad y, a través suyo, a un hombre que me contenga, a una persona que me abrace, a alguien en el mundo que me llame cuando haga frío para recordarme que me abrigue y me desee dulces sueños antes de acostarme.

49

20:30 me voy, sola. Brad nunca llegó, y el cuento de hadas se ha transformado en una historia de terror -género en el cual me muevo con soltura-. Como premio consuelo, tomo un taxi hacia casa. Elijo llamarlo en lugar de llorarlo, darle la oportunidad de excusarse, de volver a mentirme. “El celular al que usted llama se encuentra apagado o fuera del área de cobertura. Por favor, reitere su llamada en otro momento”, sentencia una simpática jovencita.

sábado, 7 de mayo de 2011

48

18:30: la hora D. El principio del milagro. Momento de cerrar los ojos y comenzar a soñar. Dejo la oficina, ubicada en el décimo piso de una torre de vidrio y acero, para posarme en la entrada del edificio, a la espera de Brad. Lo imagino llegando con un ramo de rosas amarillas y un chocolate belga en la mano, nos proyecto dentro de unos años, e invento códigos e instantes compartidos.  En mi mundo de fantasía, estamos ya en el año 2030. En el mundo real, son las 19:25 y él aun no vino.

47

Tras una noche de insomnio fantástico, de largas horas de ausencia de la realidad, dejo la cama, lista para comenzar el día más maravilloso de mi vida. La adrenalina del amor golpeando a mi puerta y la ilusión puesta al servicio de la etapa pronta a iniciarse. Para la ocasión, un vestido de algodón floreado, zapatos de taco alto y labial con brillo. El rostro de Alan, ni bien ingreso a la oficina, me confirma que la elección fue acertada. Susana me mira de reojo, carcomiéndose las ganas de preguntarme a dónde voy.

jueves, 5 de mayo de 2011

46

“Hola, soy Ana, ¿te acordás?”, pregunto. “Imposible olvidar a una mujer como vos. Veo que te animaste a ayudar al destino, preciosa”, responde. “Sí. Hoy te vi en Collins Group y…”, agrego. “¿Y por qué no me saludaste? ¡Qué fea actitud! Tengo una idea: paso mañana por la oficina, a las 18:30, te invito a tomar un café y reparás tu error”, propone. Y yo me olvido de todo, le creo aunque sé que miente, recuerdo cuán hermoso es, pienso qué voy a ponerme y le digo que sí.

45

Regreso a casa por la tarde, entre misterios y preguntas. En el primer compartimento de mi billetera asoma la tarjeta enmantecada, como pidiéndome permiso para salirse y regalarme las respuestas que estoy necesitando. Inhalo profundo, exhalo valentía y me convenzo de que la vida es un instante y la especulación, un error. Me aproximo al teléfono, marco el número, aguardo y atiende. “Hola, hola, hola…”, repite Brad del otro lado.

miércoles, 4 de mayo de 2011

44

Un hombre, un hombre de verdad, no ningunea a una mujer. No finge desconocerla y, mucho menos, coquetea con sus compañeras delante de ella. Un CEO, un CEO de verdad, no viaja en colectivo. No sabe cuánto sale un boleto y, mucho menos, lucha a diario contra la escasez de monedas. Quizás, y sólo quizás, mi príncipe azul destiña al primer lavado. Tal vez, y sólo tal vez, se trate de un príncipe gris al que yo vestí de azul.

43

Con los pómulos colorados y la mirada vidriosa, me retiro abruptamente de la sala. Brad permanece adentro, agradeciendo elogios por una gestión ni siquiera empezada, ahogándose en un océano de piropos, bendiciones y buenos augurios. Alan sale detrás mío, toma mi brazo y pregunta qué sucede. “Nada, necesito aire”, contesto. Respetando mi hermetismo, calla y me suelta. Con una sonrisa forzada, me alejo. Es la primera vez que veo a Alan como a un hombre.

martes, 3 de mayo de 2011

42

Brad ingresa radiante, sonriendo cual estrella de Hollywood. Alan está satisfecho, a sabiendas de que el crecimiento de la compañía converge en su propio ascenso. Las mujeres de la oficina, fascinadas, entablando una disputa invisible para ganar el corazón del nuevo miembro. Y yo, atónita, aguardando el instante preciso en que su mirada se cruce con la mía, me salude y selle mi victoria. Pero, cuando me descubre, finge desconocerme, dejando translucir las asperezas y las suciedades de la alfombra roja.

41

Otra vez, sopa. Al día siguiente, Alan vuelve a convocarnos en la sala principal para darle la bienvenida al incipiente CEO de Collins Group Chile. Voy, aunque desmotivada, aprovechando la ocasión para dejar el puesto de contestador automático y sumergirme en el fantástico mundo de mis sueños rosas post-Brad. Pero es entonces, cuando creía que ya nada podía sorprenderme, que la puerta se abre e ingresa él. “Con ustedes, el señor Mauro Salvador Gentile”, profiere Alan.

lunes, 2 de mayo de 2011

40

El nombre real de Brad es Mauro Salvador Gentile, precedido por el título de licenciado. Su tarjeta es discreta, letras marrones se levantan sobre un fondo manteca. Cualquier elemento vinculado a él derrocha delicadeza y distinción. Leo la tarjeta, una y mil veces, intentando descifrar los misterios que se esconden detrás de un nombre y una dirección. Ya sé cómo se llama, puedo imaginar sus años en la facultad, corroboro que vivimos cerca y, mientras tanto, tomo coraje para llamarlo alguna vez.

39

Al día siguiente, llego a la oficina sin facturas. Ninguna me habla, pero tampoco me importa. A media mañana, Alan nos reúne en la sala principal para darnos una buena noticia, de esas que importan a las compañías pero no a las personas. “Collins Group crece, gracias al trabajo en equipo, y nuestro workflow será replicado en otros países de Latam. Mañana nos visitará el futuro CEO de Collins Group Chile”, exclama. En fin, la noticia no me importa y me perdí la mitad que no vino subtitulada. 

viernes, 29 de abril de 2011

38

“Permiso, acá bajo. Te dejo mi tarjeta para que le demos una manito al destino…”. “Ana, me llamo Ana”, señalo. Y el príncipe desciende, guiñándome un ojo. Entonces, dejo de llorar y comprendo que la felicidad es un relámpago. Un instante que nace y muere en el acto, pero que puede revivir en el recuerdo. Y pienso que es mucho para mí, que no lo merezco, que es demasiado lindo para ser cierto. Pero también creo que siempre hay espacio para revanchas y que nunca es tarde para atreverse a sentir.

37

Es 99,9 % (y periódico) imposible que un galán de telenovela se sienta atraído por una mujer como yo, que cada vez que sube a un colectivo se pelea con el chofer, es abucheada por la masa pasajera o llora cual magdalena. Tampoco tiene sentido que le explique que eso a veces no pasa porque no me va a creer: siempre que él me ve, pasa. En fin, Ana, dejá de soñar y entendé, de una buena vez, que el príncipe azul se enamora de la bella durmiente, no de la bruja.

jueves, 28 de abril de 2011

36

“¿Estás bien?”, me pregunta mi compañero de asiento, cuya presencia, hasta entonces, no había percibido. “Sí”, miento educadamente. “No te creo, reina”, agrega. ¡Bingo! Temiendo lo peor, levanto la mirada y confirmo mi sospecha. Brad está a mi lado, viéndome llorar cual quinceañera enamorada. Sólo imploro que no me pregunte… “¿Qué te pasa?”, inquiere. Si respondo la verdad, me recibo de tarada. “Las chicas de la oficina no me hablan”, contesto. Título colgado y, por si fuera poco, diploma de honor.

35

18:30 me retiro con un nudo en la garganta y la férrea convicción de que no habrá retorno. “Ana, ya no sos una adolescente. No vale la pena que te amargues por nimiedades. Si ellas no te hablan, problema suyo”, me consuelo. Pero las lágrimas se escapan, venciendo cualquier tipo de resistencia. Entonces, pierdo la noción de espacio y tiempo, y no me importa que la masa pasajera me descubra llorando y ruego volver a ser chiquita para que mamá me abrace fuerte.

miércoles, 27 de abril de 2011

34

Me despierto sobresaltada, soñando que afuera es lunes. Una nueva versión de la historia de siempre, el recomienzo de la nada, más de lo mismo. El colectivo sin Brad me conduce hasta mi destino. Antes de ingresar a la oficina, hago escala en la panadería para comprar 2 docenas de facturas. Entro agitando los paquetes blancos en son de paz, en un desesperado intento por fingir que todo está bien. Pero ninguna me saluda y, hacia el final del día, las 24 facturas permanecen intactas, pudriéndose sobre mi escritorio.

33

Nada que agregar: ante argumento emocional, no hay contraargumento racional válido. Me despido de Pedrito, Sofía y los viejos, agarro el tupper que contiene mis próximas 6 cenas y rumbeo hacia Pazlandia. Mi monoambiente es el sitio ideal para enfrentar la angustia de una tarde dominguera; el reino del sosiego, donde el silencio es soberano y el estrés está prohibido por decreto.

martes, 26 de abril de 2011

32

“Vieja, es duro convivir, ¿no?”, pregunto aprovechando la ausencia física de Sofía y la mental de Pedrito. “Sí. ¡Y ni te cuento en esta familia! Yo tuve que resignar y ceder mucho para poder hacerlo, durante tantos años”. Confirmado: mamá me ha dado la razón y se siente una frustrada. Pero, cuando estoy a punto de estamparle a mi teoría el sello de IRREFUTABLE, agrega:  “Pero no me arrepiento y lo volvería a hacer. Esta familia es mi vida, la amo y no la cambiaría por nada”.

31

¿A quién se le pudo ocurrir meter varias generaciones bajo un mismo techo y pretender que se lleven bien? En un trabajo se puede llegar a tolerar, porque son menos horas y, además, pagas. Pero procurar que la convivencia sea pacífica por inercia o buena voluntad, es desconocer la raíz del género humano. Por eso yo vivo sola, porque soy sola y porque priorizo la vivencia por sobre la convivencia.

lunes, 25 de abril de 2011

30

Los domingos en familia: un evento convocado por la culpa y recibido por el tedio… Papá come rápido, apresurado por irse a dormir la siesta. Pedrito está, pero es como si no estuviese. Me pregunto en qué piensa, aunque pienso que no piensa en nada. Sofía le dice a mamá que sufre, mientras mamá sufre tratando de quitar los restos de salsa de la cacerola. Y yo, que juego de visitante, agradezco haberme mudado porque estoy cada vez más convencida de que la convivencia intergeneracional es un volcán emergente.

29

Domingo 29: almuerzo familiar. Como no podía ser de otra manera, ñoquis caseros con salsa bolognesa. De postre, strudel de manzana. Digna mezcolanza entre la tradición italiana de papá y los orígenes judíos de mamá. Y nosotros, los hijos, somos eso: Pedrito es un ñoqui, Sofía baila salsa y yo me convertí, en el trabajo, en la manzana prohibida. Nadie se me acerca por temor a envenenarse.

domingo, 24 de abril de 2011

28

¿Será la exclusión la contratara de la sinceridad? ¿El precio que hay que pagar por expresarse sin censuras? ¿El castigo a la verdad? En fin, creo que estoy profundizando demasiado y corro riesgo de ahogarme. Ladran los Bulldogs, señal que cabalgo. Pasado el fin de semana, habrán olvidado lo ocurrido y todo volverá a ser como antes. El peso de la rutina caerá sobre las oficinas de Collins Group y ellas volverán a hablarme y a invitarme a almorzar.

27

Atrás mío está Susana, contándole a Berta lo que ya le contó a Agustina, Inés, Carmen, Paula, Pichi, Olga, Titi, Vivi, Silvi, Chiqui, Pipi, etcétera (ad infinitum). El grupo me ha puesto en cuarentena y no me dirige la palabra. Son las 12:45 y no he recibido ni un atisbo de plan de almuerzo. 13:00 las veo retirarse juntitas, y pienso que el plato principal será “Ana al horno con papas”. El equipo de hockey sale a la cancha, mientras yo me preparo para jugar un lindo solitario.

sábado, 23 de abril de 2011

26

“Ok”. Ahora, en vez de Caperucita, me siento la Mujer Maravilla. Me dirijo al box de Alan, lo observo y sonrío en silencio. “Ana, ¿hace falta?”, pregunta con complicidad. “Tratemos de evitar situaciones domésticas dentro del ámbito laboral. Usted es una mujer inteligente y confío en su sentido común”, concluye. A buen entendedor, pocas palabras. “No volverá a ocurrir”, aseguro. Doy media vuelta y, aun sin verlo, sé que mientras me retiro me está mirando el trasero.

25

Siento que me saqué un peso de encima: un peso llamado Susana. ¡Qué bien se siente! Mandar al carajo a otro equivale a 2 años de terapia, 18 clases de yoga, 4 kilos de helado de chocolate, 15 horas ininterrumpidas de sueño o 6 en una noche. Definitivamente, tengo que practicarlo más seguido. Susana está resentida y me mira de reojo, mientras le cuenta a Alan lo acontecido. Se acerca a mí y, con cara de Bulldog rabioso, me dice: “Alan te llama”.

jueves, 21 de abril de 2011

24

“No hay hombres. Aunque Alan es hombre y te mira bastante”, comenta Susana. Lo que creí que era lo peor del mundo, se ha tornado peor que peor. La máxima susanística de la escasez de machos se ha expandido hasta meterse directamente conmigo. Y no sólo conmigo, sino también con mi jefe. Está inmiscuyéndose en mi vida personal y laboral y, si no la freno ahora, la tendré que soportar cada mañana de mi vida. “Andate al carajo, Susana”, exclamo. Y ella, ofuscada, se va… al carajo.

23

“Pero qué divina se ha venido hoy, Ana. ¿Algún pretendiente?”, señala Alan ni bien me ve entrar. “Nada especial, sólo viernes”, respondo. “De todos modos, usted es guapa toda la semana”, musita y se retira. Si Alan fuese un poco más agraciado físicamente, sería potable: 40 años, voz sensual, maduro, soltero y heterosexual. Definitivamente, la genética le ha jugado una mala pasada y él no ha hecho nada por enfrentarla.

martes, 19 de abril de 2011

22

Subo al colectivo y camino hacia el fondo, en busca de Brad. Pero sólo encuentro un estudiante que simula estar dormido para evitar cederle el asiento a una embarazada, un joven que da un recital de rock pesado a las 8:30 am y una rubia divina que me recuerda que el lunes tengo que ponerme a dieta. Con la última esperanza, apunto la mirada hacia la puerta delantera, augurando la entrada de la presa. Pero no hay moros ni Brades en la costa; sólo estudiantes, embarazadas, rockeros y divinas.

21

¡Me tengo que cambiar y no sé qué ponerme! Mi ropa huele a naftalina y me queda tremenda (¿alguien encontró la cintura que perdí?). Tengo la edad de la madrastra, la altura de los enanitos y el color de Blancanieves. Brad puede estar en el colectivo y necesito hacer lo imposible para lucir como Angelina.  Me pongo, me saco, me pongo, me saco, me pongo, me saco… hasta terminar amatambrándome en un vestido rojo. Ahora, parezco Caperucita.

lunes, 18 de abril de 2011

20

“Buenas noches, Ana”, saluda Alan. “No, es que, porque, pero, no, yo… perdón”. ¡Maldita cobarde! Todos notaron tu ausencia y hablaron de vos. Y ahora, preparate. Porque Alan va a volver y te va a decir que estás despedida. Y vos, mosquita muerta, de nuevo te vas a quedar muda. Y sabé que esta no es época de vacas gordas, que el trabajo escasea y que vos sos sola. “No hay hombres”, dice Susana. Y yo me doy cuenta de que todo sigue igual, de que –por suerte- nada cambió.

19

Entre la ira y el amor, estoy en llamas. Para colmo, la masa pasajera no deja de perturbarme: me clava una mochila, me pisa y neutraliza mi perfume importado con su mal olor. Necesito contar hasta 100 para tranquilizarme y pensar en mi Brad latino. Él dijo que se amargaba si no le sonreía, que era una reina y  que era la más linda del mundo… o algo parecido. Como sea, tengo que calmarme porque se aproxima mi parada. Toco el timbre y mientras bajo, nuevamente, la masa pasajera me abuchea.

viernes, 15 de abril de 2011

18

“Tenés razón, pero no vale la pena amargarse”, murmura una voz masculina por detrás de mi oreja. Giro la cabeza y lo veo: la versión latina de Brad Pitt, con la mirada de George Clooney y la voz de Sinatra. ¡Pellizcame que es un sueño! ¡Matate que ya estoy muerta! ¡Suspendamos el sushi que hoy comemos lomo! ¡Pa-pi-to! “Acá bajo, reina. No te enojes que sos más linda cuando sonreís”. (Sin palabras).

17

Me tiene harta el colectivo. Cuando sea grande, voy a comprarme un auto. Pero ya soy grande… En fin, cuando sea rica voy a comprarme un auto. Mejor no uno, dos. Voy a aprender a manejar y, con mi auto, voy a chocar a todos los colectivos. Y ahí van a aprender quién manda, quién tiene el poder. El chofer no se va a salir con la suya y la masa pasajera nunca escapará de su condición de masa pasajera. Pronto sabrán quién es Ana, y tenga cuidado quien se cruce en mi camino.

jueves, 14 de abril de 2011

16

“¿Cuál es la infrecuencia del servicio?”, pregunto. ¡Basta! Me cansé de ser una usuaria a reglamento y, desde ahora, reivindico mis derechos y lucho enérgicamente contra las injusticias del sistema. “¡¿Sube o no?!”, grita el chofer. “¿Ahora está apurado? ¿Usted, que se atrasó 41 minutos, me viene a apurar a mí que me cambié en 8?”. El conductor mira hacia atrás y exclama: “no avanzamos por culpa de la señora”. La masa pasajera me abuchea, yo dejo mis ideales abajo y subo al colectivo.

15

Despacito abrí un ojo, miré el celular y vi la hora. ¡¡ 9:00!! ¡¡Me quedé dormida!! ¡¡Nooooo (y siguen las o)!! Cual Superman, me cambié y 9:08 ya estaba en la parada, esperando al colectivo. 9:10, 9:15, 9:30… nada. Yo me hago cargo de mi noche de chocolate desenfrenado, que me dejó exhausta e hizo que me demorase. ¿Pero qué pasa con la parte que le toca al bondi? ¿Quién le explica a mi jefe que no fue mi culpa y que yo soy una víctima pasajera? 9:49… Ahí viene el maldito culpable. Me va a escuchar…

miércoles, 13 de abril de 2011

14

El chocolate merece un capítulo aparte (y no me importa si resulta aburrido). Elegí el más grande; de chocolate blanco, con almendras y avellanas; un millón de calorías compactadas. Sólido, nada de aireado. ¡¿A quién se le pudo ocurrir meter aire donde entraba más chocolate?! Cuando lo mordí, sentí una dulzura especial; que viene y va; que gusta, divierte y sorprende. Grandote, doble y triple sabor. Demasiado rico para comerlo despacio…

13

Tarde libre. Al fin, tengo tiempo para mí. ¡¿Y ahora?! ¿Qué hace la gente cuando no trabaja? Podría salir a correr… pero no corro. O cabalgar por el campo… pero no tengo ni balcón. O ir de compras… pero estamos a fin de mes. O dormir cucharita con… ¿con quién? O comprarme un chocolate grandote y quedarme en la cama viendo tele. ¿Adiviná qué hice?

martes, 12 de abril de 2011

12

“¡Se cortó la luz! ¡Se cayó el sistema!”. Feriado improvisado en las oficinas de Collins Group. Son las 12:05 y ya estoy en el colectivo, regresando a casa. Me pregunto cómo era la vida antes de Internet, cuando los mails no existían y el fax era la última moda. ¿Cómo era el mundo sin celulares ni floggers? ¿Cómo se relacionaban los seres humanos sin chatear? Y pienso que ese mundo prehistórico existió hace poco, y no entiendo cómo todo cambió tanto, en tan poco tiempo.

11

Me da miedo la obscuridad. Porque cuando las luces se apagan y los demás creen que ya no pasa nada, yo siento que las cosas siguen pasando pero que no las veo. Y si no veo, no puedo defenderme. Y si no veo, no puedo defenderme y estoy sola, corro riesgo. Me asustan las personas, las situaciones y los espacios obscuros. Le temo al invierno, a la noche y al riesgo. Me da miedo la obscuridad de la obscuridad.

domingo, 10 de abril de 2011

10

Mente, alma y cuerpo. La mente la tengo freezada, el alma lo vendí hace tiempo y el cuerpo lo muevo poco y nada. Para ser franca, en el triángulo de mi vida ningún vértice tiene demasiado brillo. Podría cambiar de forma y convertirme en un círculo (figura que voy a adquirir fácilmente si sigo desayunando cañoncitos y bolas de fraile). O, quebrantar la ley del menor esfuerzo y atreverme a sacarle lustre a los vértices hoy obscuros.

9

A mí no importa que no haya hombres, y esa es la gran diferencia entre una solterona como Susana y una soltera como yo. Ella está sola, mientras yo estoy conmigo. Susana busca el amor, y yo dejo que el amor me encuentre a mí. Ella se queja porque no la cotejan, mientras yo cotejo cómo se queja. Susana habla de sus hombres, yo escucho en silencio. Nada es casual… Ella se llama Sus-ana y yo Ana, solamente.

viernes, 8 de abril de 2011

8

Es automático: veo a Susana y se me eriza la piel. Susana es mi compañera y se ubica en el box de al lado. Una solterona que se esfuerza por encontrar puntos en común conmigo y que no tiene mejor idea que recordarme cada 5 minutos que ambas estamos solas porque no hay hombres. Todas las mañanas, Susana llega con su mejor cara de cuidado que es lemon pie, me da un beso en el aire y dice que no hay hombres.

7

“Gracias por elegir Collins Group. Mi nombre es Ana. ¿En qué puedo ayudarle?”.  Cualquiera que pruebe decir esto 80 veces por día, todos los días de su vida, durante 10 años, corre serios riesgos de convertirse en un contestador automático o en un infeliz.  En mi caso, soy una infeliz que se siente un contestador automático, lo que me convierte automáticamente en una automática infeliz.

jueves, 7 de abril de 2011

6

Desde hace 10 años, trabajo en un call center ubicado en pleno microcentro. 8 horas por día me dedico a atajar reclamos. Hay de todo grupo y factor: insólitos, repetidos, catárticos, maleducados, ácidos, hartos y faltos de sexo. A los últimos los detecto al instante y, si son femeninos, inmediatamente los derivo a mi supervisor. Alan es un cuarentón espantoso con una voz muy sensual. Toma el llamado y en no más de 2 minutos, transforma al reclamo falto de sexo en un muchas gracias. 

5

Monja, monja, monja. De chica quería ser monja. Recuerdo que cuando jugábamos, Sofía se rodeaba de osos-hijos, mientras yo vivía sola, dentro del placard-convento. Cuando Pedrito nació, Sofía lo adoptó como hijo menor y yo me empeciné en usarlo como monaguillo. El conflicto culminó con una decisión salomónica de papá: Pedrito sería el hijo de Sofía y trabajaría en mi convento. Como fruto de la temprana explotación infantil a la que fue sometido, Pedrito nunca más trabajó en su vida.

miércoles, 6 de abril de 2011

4

Pedrito no hace nada de su vida. Ser un regalo del cielo le da derecho a vivir en las nubes. Y papá le financia el vuelo. Sofía está celosa y se queja por ser el jamón del sándwich. Está convencida de que el hijo del medio es el que más sufre y, mientras elabora teorías filosóficas en torno al tema, se encarga de sobreactuar su rol. Anoche le dijo a mamá que se quería matar;  mamá le respondió que la iba a matar si no la dejaba dormir y la acalló preparándole su plato preferido: sándwich de jamón.

3

Nací en Buenos Aires y nunca salí de allí. No sé si eso me hace más porteña o más infeliz, pero así se dieron las cosas. Mis padres me tuvieron a mí, luego a Sofía y años después a Pedrito. Mamá dijo que Pedrito era un regalo del cielo. Yo, en cambio, lo entendí como una falla del látex o el 0,1 % de inefectividad contemplado en letra chica. Aunque Pedrito tiene 20 años, le seguimos diciendo Pedrito. Pedrito ya cuenta con otros 5 regalos del cielo en su haber.

sábado, 2 de abril de 2011

2

Es difícil narrar una historia donde nunca pasa nada. No hay acción, ni tensión, ni principios, ni finales, ni héroes, ni princesas. Recién ahora, mientras trato de contar mi propia historia, mi rutina empieza a preocuparme un poco. Ser protagonista de un libro ubicado en la mesa de saldos, no es divertido. Me pregunto si es posible convertir un fracaso en bestseller, si aun estoy a tiempo de cambiar mi vida para transformarme en la heroína que de chica soñaba ser.

1

Hola. Soy Ana. Mi vida transcurre entre mi casa y el trabajo. Siempre igual. Desde hace 10 años. Cada mañana tomo el mismo colectivo, a la misma hora y en el mismo lugar. El trayecto dura 43 minutos. 43 minutos del día que dedico a pensar y pensarme. Bien podría presentarme como la marmota, la buena pipa o el balde del fondo de la mar, pero prefiero que me conozcan por mi nombre. Soy Ana. Y esta es mi historia.