viernes, 29 de abril de 2011

38

“Permiso, acá bajo. Te dejo mi tarjeta para que le demos una manito al destino…”. “Ana, me llamo Ana”, señalo. Y el príncipe desciende, guiñándome un ojo. Entonces, dejo de llorar y comprendo que la felicidad es un relámpago. Un instante que nace y muere en el acto, pero que puede revivir en el recuerdo. Y pienso que es mucho para mí, que no lo merezco, que es demasiado lindo para ser cierto. Pero también creo que siempre hay espacio para revanchas y que nunca es tarde para atreverse a sentir.

37

Es 99,9 % (y periódico) imposible que un galán de telenovela se sienta atraído por una mujer como yo, que cada vez que sube a un colectivo se pelea con el chofer, es abucheada por la masa pasajera o llora cual magdalena. Tampoco tiene sentido que le explique que eso a veces no pasa porque no me va a creer: siempre que él me ve, pasa. En fin, Ana, dejá de soñar y entendé, de una buena vez, que el príncipe azul se enamora de la bella durmiente, no de la bruja.

jueves, 28 de abril de 2011

36

“¿Estás bien?”, me pregunta mi compañero de asiento, cuya presencia, hasta entonces, no había percibido. “Sí”, miento educadamente. “No te creo, reina”, agrega. ¡Bingo! Temiendo lo peor, levanto la mirada y confirmo mi sospecha. Brad está a mi lado, viéndome llorar cual quinceañera enamorada. Sólo imploro que no me pregunte… “¿Qué te pasa?”, inquiere. Si respondo la verdad, me recibo de tarada. “Las chicas de la oficina no me hablan”, contesto. Título colgado y, por si fuera poco, diploma de honor.

35

18:30 me retiro con un nudo en la garganta y la férrea convicción de que no habrá retorno. “Ana, ya no sos una adolescente. No vale la pena que te amargues por nimiedades. Si ellas no te hablan, problema suyo”, me consuelo. Pero las lágrimas se escapan, venciendo cualquier tipo de resistencia. Entonces, pierdo la noción de espacio y tiempo, y no me importa que la masa pasajera me descubra llorando y ruego volver a ser chiquita para que mamá me abrace fuerte.

miércoles, 27 de abril de 2011

34

Me despierto sobresaltada, soñando que afuera es lunes. Una nueva versión de la historia de siempre, el recomienzo de la nada, más de lo mismo. El colectivo sin Brad me conduce hasta mi destino. Antes de ingresar a la oficina, hago escala en la panadería para comprar 2 docenas de facturas. Entro agitando los paquetes blancos en son de paz, en un desesperado intento por fingir que todo está bien. Pero ninguna me saluda y, hacia el final del día, las 24 facturas permanecen intactas, pudriéndose sobre mi escritorio.

33

Nada que agregar: ante argumento emocional, no hay contraargumento racional válido. Me despido de Pedrito, Sofía y los viejos, agarro el tupper que contiene mis próximas 6 cenas y rumbeo hacia Pazlandia. Mi monoambiente es el sitio ideal para enfrentar la angustia de una tarde dominguera; el reino del sosiego, donde el silencio es soberano y el estrés está prohibido por decreto.

martes, 26 de abril de 2011

32

“Vieja, es duro convivir, ¿no?”, pregunto aprovechando la ausencia física de Sofía y la mental de Pedrito. “Sí. ¡Y ni te cuento en esta familia! Yo tuve que resignar y ceder mucho para poder hacerlo, durante tantos años”. Confirmado: mamá me ha dado la razón y se siente una frustrada. Pero, cuando estoy a punto de estamparle a mi teoría el sello de IRREFUTABLE, agrega:  “Pero no me arrepiento y lo volvería a hacer. Esta familia es mi vida, la amo y no la cambiaría por nada”.

31

¿A quién se le pudo ocurrir meter varias generaciones bajo un mismo techo y pretender que se lleven bien? En un trabajo se puede llegar a tolerar, porque son menos horas y, además, pagas. Pero procurar que la convivencia sea pacífica por inercia o buena voluntad, es desconocer la raíz del género humano. Por eso yo vivo sola, porque soy sola y porque priorizo la vivencia por sobre la convivencia.

lunes, 25 de abril de 2011

30

Los domingos en familia: un evento convocado por la culpa y recibido por el tedio… Papá come rápido, apresurado por irse a dormir la siesta. Pedrito está, pero es como si no estuviese. Me pregunto en qué piensa, aunque pienso que no piensa en nada. Sofía le dice a mamá que sufre, mientras mamá sufre tratando de quitar los restos de salsa de la cacerola. Y yo, que juego de visitante, agradezco haberme mudado porque estoy cada vez más convencida de que la convivencia intergeneracional es un volcán emergente.

29

Domingo 29: almuerzo familiar. Como no podía ser de otra manera, ñoquis caseros con salsa bolognesa. De postre, strudel de manzana. Digna mezcolanza entre la tradición italiana de papá y los orígenes judíos de mamá. Y nosotros, los hijos, somos eso: Pedrito es un ñoqui, Sofía baila salsa y yo me convertí, en el trabajo, en la manzana prohibida. Nadie se me acerca por temor a envenenarse.

domingo, 24 de abril de 2011

28

¿Será la exclusión la contratara de la sinceridad? ¿El precio que hay que pagar por expresarse sin censuras? ¿El castigo a la verdad? En fin, creo que estoy profundizando demasiado y corro riesgo de ahogarme. Ladran los Bulldogs, señal que cabalgo. Pasado el fin de semana, habrán olvidado lo ocurrido y todo volverá a ser como antes. El peso de la rutina caerá sobre las oficinas de Collins Group y ellas volverán a hablarme y a invitarme a almorzar.

27

Atrás mío está Susana, contándole a Berta lo que ya le contó a Agustina, Inés, Carmen, Paula, Pichi, Olga, Titi, Vivi, Silvi, Chiqui, Pipi, etcétera (ad infinitum). El grupo me ha puesto en cuarentena y no me dirige la palabra. Son las 12:45 y no he recibido ni un atisbo de plan de almuerzo. 13:00 las veo retirarse juntitas, y pienso que el plato principal será “Ana al horno con papas”. El equipo de hockey sale a la cancha, mientras yo me preparo para jugar un lindo solitario.

sábado, 23 de abril de 2011

26

“Ok”. Ahora, en vez de Caperucita, me siento la Mujer Maravilla. Me dirijo al box de Alan, lo observo y sonrío en silencio. “Ana, ¿hace falta?”, pregunta con complicidad. “Tratemos de evitar situaciones domésticas dentro del ámbito laboral. Usted es una mujer inteligente y confío en su sentido común”, concluye. A buen entendedor, pocas palabras. “No volverá a ocurrir”, aseguro. Doy media vuelta y, aun sin verlo, sé que mientras me retiro me está mirando el trasero.

25

Siento que me saqué un peso de encima: un peso llamado Susana. ¡Qué bien se siente! Mandar al carajo a otro equivale a 2 años de terapia, 18 clases de yoga, 4 kilos de helado de chocolate, 15 horas ininterrumpidas de sueño o 6 en una noche. Definitivamente, tengo que practicarlo más seguido. Susana está resentida y me mira de reojo, mientras le cuenta a Alan lo acontecido. Se acerca a mí y, con cara de Bulldog rabioso, me dice: “Alan te llama”.

jueves, 21 de abril de 2011

24

“No hay hombres. Aunque Alan es hombre y te mira bastante”, comenta Susana. Lo que creí que era lo peor del mundo, se ha tornado peor que peor. La máxima susanística de la escasez de machos se ha expandido hasta meterse directamente conmigo. Y no sólo conmigo, sino también con mi jefe. Está inmiscuyéndose en mi vida personal y laboral y, si no la freno ahora, la tendré que soportar cada mañana de mi vida. “Andate al carajo, Susana”, exclamo. Y ella, ofuscada, se va… al carajo.

23

“Pero qué divina se ha venido hoy, Ana. ¿Algún pretendiente?”, señala Alan ni bien me ve entrar. “Nada especial, sólo viernes”, respondo. “De todos modos, usted es guapa toda la semana”, musita y se retira. Si Alan fuese un poco más agraciado físicamente, sería potable: 40 años, voz sensual, maduro, soltero y heterosexual. Definitivamente, la genética le ha jugado una mala pasada y él no ha hecho nada por enfrentarla.

martes, 19 de abril de 2011

22

Subo al colectivo y camino hacia el fondo, en busca de Brad. Pero sólo encuentro un estudiante que simula estar dormido para evitar cederle el asiento a una embarazada, un joven que da un recital de rock pesado a las 8:30 am y una rubia divina que me recuerda que el lunes tengo que ponerme a dieta. Con la última esperanza, apunto la mirada hacia la puerta delantera, augurando la entrada de la presa. Pero no hay moros ni Brades en la costa; sólo estudiantes, embarazadas, rockeros y divinas.

21

¡Me tengo que cambiar y no sé qué ponerme! Mi ropa huele a naftalina y me queda tremenda (¿alguien encontró la cintura que perdí?). Tengo la edad de la madrastra, la altura de los enanitos y el color de Blancanieves. Brad puede estar en el colectivo y necesito hacer lo imposible para lucir como Angelina.  Me pongo, me saco, me pongo, me saco, me pongo, me saco… hasta terminar amatambrándome en un vestido rojo. Ahora, parezco Caperucita.

lunes, 18 de abril de 2011

20

“Buenas noches, Ana”, saluda Alan. “No, es que, porque, pero, no, yo… perdón”. ¡Maldita cobarde! Todos notaron tu ausencia y hablaron de vos. Y ahora, preparate. Porque Alan va a volver y te va a decir que estás despedida. Y vos, mosquita muerta, de nuevo te vas a quedar muda. Y sabé que esta no es época de vacas gordas, que el trabajo escasea y que vos sos sola. “No hay hombres”, dice Susana. Y yo me doy cuenta de que todo sigue igual, de que –por suerte- nada cambió.

19

Entre la ira y el amor, estoy en llamas. Para colmo, la masa pasajera no deja de perturbarme: me clava una mochila, me pisa y neutraliza mi perfume importado con su mal olor. Necesito contar hasta 100 para tranquilizarme y pensar en mi Brad latino. Él dijo que se amargaba si no le sonreía, que era una reina y  que era la más linda del mundo… o algo parecido. Como sea, tengo que calmarme porque se aproxima mi parada. Toco el timbre y mientras bajo, nuevamente, la masa pasajera me abuchea.

viernes, 15 de abril de 2011

18

“Tenés razón, pero no vale la pena amargarse”, murmura una voz masculina por detrás de mi oreja. Giro la cabeza y lo veo: la versión latina de Brad Pitt, con la mirada de George Clooney y la voz de Sinatra. ¡Pellizcame que es un sueño! ¡Matate que ya estoy muerta! ¡Suspendamos el sushi que hoy comemos lomo! ¡Pa-pi-to! “Acá bajo, reina. No te enojes que sos más linda cuando sonreís”. (Sin palabras).

17

Me tiene harta el colectivo. Cuando sea grande, voy a comprarme un auto. Pero ya soy grande… En fin, cuando sea rica voy a comprarme un auto. Mejor no uno, dos. Voy a aprender a manejar y, con mi auto, voy a chocar a todos los colectivos. Y ahí van a aprender quién manda, quién tiene el poder. El chofer no se va a salir con la suya y la masa pasajera nunca escapará de su condición de masa pasajera. Pronto sabrán quién es Ana, y tenga cuidado quien se cruce en mi camino.

jueves, 14 de abril de 2011

16

“¿Cuál es la infrecuencia del servicio?”, pregunto. ¡Basta! Me cansé de ser una usuaria a reglamento y, desde ahora, reivindico mis derechos y lucho enérgicamente contra las injusticias del sistema. “¡¿Sube o no?!”, grita el chofer. “¿Ahora está apurado? ¿Usted, que se atrasó 41 minutos, me viene a apurar a mí que me cambié en 8?”. El conductor mira hacia atrás y exclama: “no avanzamos por culpa de la señora”. La masa pasajera me abuchea, yo dejo mis ideales abajo y subo al colectivo.

15

Despacito abrí un ojo, miré el celular y vi la hora. ¡¡ 9:00!! ¡¡Me quedé dormida!! ¡¡Nooooo (y siguen las o)!! Cual Superman, me cambié y 9:08 ya estaba en la parada, esperando al colectivo. 9:10, 9:15, 9:30… nada. Yo me hago cargo de mi noche de chocolate desenfrenado, que me dejó exhausta e hizo que me demorase. ¿Pero qué pasa con la parte que le toca al bondi? ¿Quién le explica a mi jefe que no fue mi culpa y que yo soy una víctima pasajera? 9:49… Ahí viene el maldito culpable. Me va a escuchar…

miércoles, 13 de abril de 2011

14

El chocolate merece un capítulo aparte (y no me importa si resulta aburrido). Elegí el más grande; de chocolate blanco, con almendras y avellanas; un millón de calorías compactadas. Sólido, nada de aireado. ¡¿A quién se le pudo ocurrir meter aire donde entraba más chocolate?! Cuando lo mordí, sentí una dulzura especial; que viene y va; que gusta, divierte y sorprende. Grandote, doble y triple sabor. Demasiado rico para comerlo despacio…

13

Tarde libre. Al fin, tengo tiempo para mí. ¡¿Y ahora?! ¿Qué hace la gente cuando no trabaja? Podría salir a correr… pero no corro. O cabalgar por el campo… pero no tengo ni balcón. O ir de compras… pero estamos a fin de mes. O dormir cucharita con… ¿con quién? O comprarme un chocolate grandote y quedarme en la cama viendo tele. ¿Adiviná qué hice?

martes, 12 de abril de 2011

12

“¡Se cortó la luz! ¡Se cayó el sistema!”. Feriado improvisado en las oficinas de Collins Group. Son las 12:05 y ya estoy en el colectivo, regresando a casa. Me pregunto cómo era la vida antes de Internet, cuando los mails no existían y el fax era la última moda. ¿Cómo era el mundo sin celulares ni floggers? ¿Cómo se relacionaban los seres humanos sin chatear? Y pienso que ese mundo prehistórico existió hace poco, y no entiendo cómo todo cambió tanto, en tan poco tiempo.

11

Me da miedo la obscuridad. Porque cuando las luces se apagan y los demás creen que ya no pasa nada, yo siento que las cosas siguen pasando pero que no las veo. Y si no veo, no puedo defenderme. Y si no veo, no puedo defenderme y estoy sola, corro riesgo. Me asustan las personas, las situaciones y los espacios obscuros. Le temo al invierno, a la noche y al riesgo. Me da miedo la obscuridad de la obscuridad.

domingo, 10 de abril de 2011

10

Mente, alma y cuerpo. La mente la tengo freezada, el alma lo vendí hace tiempo y el cuerpo lo muevo poco y nada. Para ser franca, en el triángulo de mi vida ningún vértice tiene demasiado brillo. Podría cambiar de forma y convertirme en un círculo (figura que voy a adquirir fácilmente si sigo desayunando cañoncitos y bolas de fraile). O, quebrantar la ley del menor esfuerzo y atreverme a sacarle lustre a los vértices hoy obscuros.

9

A mí no importa que no haya hombres, y esa es la gran diferencia entre una solterona como Susana y una soltera como yo. Ella está sola, mientras yo estoy conmigo. Susana busca el amor, y yo dejo que el amor me encuentre a mí. Ella se queja porque no la cotejan, mientras yo cotejo cómo se queja. Susana habla de sus hombres, yo escucho en silencio. Nada es casual… Ella se llama Sus-ana y yo Ana, solamente.

viernes, 8 de abril de 2011

8

Es automático: veo a Susana y se me eriza la piel. Susana es mi compañera y se ubica en el box de al lado. Una solterona que se esfuerza por encontrar puntos en común conmigo y que no tiene mejor idea que recordarme cada 5 minutos que ambas estamos solas porque no hay hombres. Todas las mañanas, Susana llega con su mejor cara de cuidado que es lemon pie, me da un beso en el aire y dice que no hay hombres.

7

“Gracias por elegir Collins Group. Mi nombre es Ana. ¿En qué puedo ayudarle?”.  Cualquiera que pruebe decir esto 80 veces por día, todos los días de su vida, durante 10 años, corre serios riesgos de convertirse en un contestador automático o en un infeliz.  En mi caso, soy una infeliz que se siente un contestador automático, lo que me convierte automáticamente en una automática infeliz.

jueves, 7 de abril de 2011

6

Desde hace 10 años, trabajo en un call center ubicado en pleno microcentro. 8 horas por día me dedico a atajar reclamos. Hay de todo grupo y factor: insólitos, repetidos, catárticos, maleducados, ácidos, hartos y faltos de sexo. A los últimos los detecto al instante y, si son femeninos, inmediatamente los derivo a mi supervisor. Alan es un cuarentón espantoso con una voz muy sensual. Toma el llamado y en no más de 2 minutos, transforma al reclamo falto de sexo en un muchas gracias. 

5

Monja, monja, monja. De chica quería ser monja. Recuerdo que cuando jugábamos, Sofía se rodeaba de osos-hijos, mientras yo vivía sola, dentro del placard-convento. Cuando Pedrito nació, Sofía lo adoptó como hijo menor y yo me empeciné en usarlo como monaguillo. El conflicto culminó con una decisión salomónica de papá: Pedrito sería el hijo de Sofía y trabajaría en mi convento. Como fruto de la temprana explotación infantil a la que fue sometido, Pedrito nunca más trabajó en su vida.

miércoles, 6 de abril de 2011

4

Pedrito no hace nada de su vida. Ser un regalo del cielo le da derecho a vivir en las nubes. Y papá le financia el vuelo. Sofía está celosa y se queja por ser el jamón del sándwich. Está convencida de que el hijo del medio es el que más sufre y, mientras elabora teorías filosóficas en torno al tema, se encarga de sobreactuar su rol. Anoche le dijo a mamá que se quería matar;  mamá le respondió que la iba a matar si no la dejaba dormir y la acalló preparándole su plato preferido: sándwich de jamón.

3

Nací en Buenos Aires y nunca salí de allí. No sé si eso me hace más porteña o más infeliz, pero así se dieron las cosas. Mis padres me tuvieron a mí, luego a Sofía y años después a Pedrito. Mamá dijo que Pedrito era un regalo del cielo. Yo, en cambio, lo entendí como una falla del látex o el 0,1 % de inefectividad contemplado en letra chica. Aunque Pedrito tiene 20 años, le seguimos diciendo Pedrito. Pedrito ya cuenta con otros 5 regalos del cielo en su haber.

sábado, 2 de abril de 2011

2

Es difícil narrar una historia donde nunca pasa nada. No hay acción, ni tensión, ni principios, ni finales, ni héroes, ni princesas. Recién ahora, mientras trato de contar mi propia historia, mi rutina empieza a preocuparme un poco. Ser protagonista de un libro ubicado en la mesa de saldos, no es divertido. Me pregunto si es posible convertir un fracaso en bestseller, si aun estoy a tiempo de cambiar mi vida para transformarme en la heroína que de chica soñaba ser.

1

Hola. Soy Ana. Mi vida transcurre entre mi casa y el trabajo. Siempre igual. Desde hace 10 años. Cada mañana tomo el mismo colectivo, a la misma hora y en el mismo lugar. El trayecto dura 43 minutos. 43 minutos del día que dedico a pensar y pensarme. Bien podría presentarme como la marmota, la buena pipa o el balde del fondo de la mar, pero prefiero que me conozcan por mi nombre. Soy Ana. Y esta es mi historia.