jueves, 2 de junio de 2011

86

El auto avanza unos metros hasta estacionarse sobre Defensa, justo frente a una capilla. Un anciano, sumergido en arrugas y remordimientos, se persigna en la entrada. Carga el peso de los años, la angustia de aquello que, pudiendo haber sido, no fue y ya nunca será. Su historia me aleja de la mía, en un viaje hacia el pasado ajeno que me permite huir del presente propio. Alan respeta mi ausencia y comprende mi silencio. El anciano eleva su mirada y, es entonces, cuando el cielo se larga a llover.

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