martes, 19 de abril de 2011

22

Subo al colectivo y camino hacia el fondo, en busca de Brad. Pero sólo encuentro un estudiante que simula estar dormido para evitar cederle el asiento a una embarazada, un joven que da un recital de rock pesado a las 8:30 am y una rubia divina que me recuerda que el lunes tengo que ponerme a dieta. Con la última esperanza, apunto la mirada hacia la puerta delantera, augurando la entrada de la presa. Pero no hay moros ni Brades en la costa; sólo estudiantes, embarazadas, rockeros y divinas.

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