“Ana, pará. Si no estás acostumbrada, te va a hacer mal tomar tanto”, me previene. “Olvidate y dame un beso. Pero un beso fuerte, como si fueses Brad, Brad Pitt”, señalo y me echo a reír. Con ambas manos toma mi cuello, clava su mirada en mis pupilas vidriosas y acerca sus labios hacia los míos. Sabe a vino, pero es más caliente y más suave. Cierro los ojos, lloro y lo siento. Dejo que su lengua envuelva la mía, me olvido del mundo, de mí, de él, de todos, de todo… y sólo lo siento.
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