viernes, 13 de mayo de 2011

56

La oficina del día siguiente suena a mal chiste, a residuo de la otra Ana, a sombra de una vida gris, fría y sola que ya no me pertenece. Una jaqueca recurrente me recuerda que no lo soñé, que pasó de veras. Susana muere por preguntar y yo no puedo privarme del placer de contarle. “Susana, hay hombres. Conocí a uno que me vuelve loca, me estremece. En la cama, me da vuelta. Siento los nervios de la primera vez cada vez que me toca. Es ardiente, salvaje, intenso. Hay hombres, Susana”, sentencio.   

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