Poco a poco, mi relación con Brad fue tomando forma y adoptando ritos propios. En silencio, acordamos ignorarnos en el trabajo, cenar y acostarnos martes y jueves. Sus fines de semana suelen estar sobrecargados de compromisos sociales y excusas infantiles, y yo prefiero no insistir. Pasaron 2 meses desde el primer encuentro, desde aquella mañana en la que nos cruzamos en el colectivo, desde el instante en el que lo creí perfecto.
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