jueves, 19 de mayo de 2011

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“Es tarde, Ana. ¿Qué hace en la oficina todavía?”, pregunta Alan, a las 19:30 de un viernes. “Se me pasó la hora, pero ya me iba”, respondo. “¿Tiene planes para esta noche?”, retruca. “Voy a mi casa, a descansar y ver qué puedo inventar para cenar”, contesto. “No invente nada; yo la invito a probar la mejor pizza del mundo. Si no me cree, venga conmigo. La mejor calabresa del mundo, a 5 minutos de usted. ¡Vamos!”. Y vamos…

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