lunes, 23 de mayo de 2011

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Reconozco que estoy pensando más en Alan que en Brad, lo cual me perturba un poco. No puede gustarme Alan ni disgustarme Brad. Es insensato, ilógico, imposible. Cualquier mujer moriría por perderse en los brazos de Brad y huir de las garras de Alan. Suena el teléfono, atiendo y es Caro, saludando desde Bruselas. “Amiga, no sé qué me pasa. Creo que estoy confundida”, le digo de inmediato. “Bienvenida al misterio del amor, Ana… un planeta irracional y maravillosamente absurdo”, declara.

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